miércoles, 22 de septiembre de 2010

Manifiesto por la desocupación del orden

“Hoy el ciudadano ya no es un hombre libre. La conciencia política que no se enseña sino que se conquista, ha desaparecido paulatinamente. No podía ser de otra manera. El espacio público se ha convertido en una calle llena de tiendas abiertas a todas horas. La escuela, por su parte, i sirve cada vez más para promover el mero aprendizaje de conductas ciudadanas “correctas” Las luchas políticas parecen asimismo haber desaparecido de un mundo en el que ya sólo hay víctimas de catástrofes diversas (económicas, ambientales, naturales…). Y, sin embargo, cuando los políticos se dirigen a nosotros, cuando se llenan la boca con sus llamadas a la participación, siguen llamándonos ciudadanos. ¿Por qué? ¿Por qué se mantiene una palabra que, poco a poco, se ha vaciado de toda fuerza política? Porque la identidad “ciudadano” nos clava en lo que somos. Nos hace prisioneros de nosotros mismos. El ciudadano no es el que piensa, es el que cree. Cree lo que el poder le dice. Por ejemplo, que el terrorismo es nuestro i principal enemigo. O que la vida está hecha para trabajar. En definitiva, es el que cree que la realidad es la realidad, y que a ella hay que adaptarse. Por esa razón, el ciudadano se ha transformado en la pieza fundamental de “lo democrático” y “lo democrático” es, en la actualidad, la forma de control y de dominio más importante. /…/ ¿Y si dejáramos de ser ciudadanos? En verdad, no hay dos maneras de desocupar la figura del ciudadano. Construcción y destrucción no se oponen. Sólo desde el poder se distingue siempre entre los violentos y los no-violentos. El objetivo debe ser siempre el mismo: agujerear la realidad para poder respirar. Y para ello hay que empezar a abrir tierras de nadie clavadas en el frente de guerra que es la vida. Desocupar la figura del ciudadano para que pueda emerger la fuerza del anonimato que existe en cada uno de nosotros.”

¿ Y SI DEJÁRAMOS DE SER CIUDADANOS ?


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