miércoles, 7 de julio de 2010

BARCILONIA

Barcelona se ha convertido en un burdo espectáculo, en la acepción más vulgar del término. Un banal feudo del turismo de masas, depredador y exterminador de cualquier espíritu que subsista por sus calles. Una turista por TV3, preguntada por la permanencia de esos chiringuitos de las Ramblas donde se comercia con los animales, decía “nosotros preferimos sitios donde nos vendan comida y bebidas”, y ahí está ese modelo que se impone ya en las paradas del mercado de la Boquería o en los Pubs británicos (Cerveza + Football) que infestan el centro de la ciudad.
La "Rosa de Foc", la ciudad de los obreros rebeldes que vencieron al fascismo hace 74 años ahora se ha prostituido a ese negocio infame. Pero tal venta ha sido un proceso de años en los que sobre todo desde las Olimpiadas del 92 el Poder ha sabido endosarnos su espectáculo, gestionando con mayor o menor fortuna “eventos” para recrear esa imagen de ciudad “interesante”, con sus monumentos y su "cultura", o incluso como sinónimo de ciudad transgesora o cuando menos ejemplo de los tópicos progresistas "fashion". Así, desde arriba, cuando les ha convenido se han promovido eventos de gran o pequeña magnitud. Un pequeño ejemplo de ahora lo muestra el llamado “Café Lebab”, organizado en aquel espacio de Can Ricart del 22@, que el Ayuntamiento pretendía arrasar hace unos años y del que cabría preguntarse si es otra campaña de "dignificación artística" del espacio de Can Ricart o simplemente, una vez más, que los Entes que gobiernan la ciudad dan una capa de maquillaje al asunto y nos montan en una carpa del 8 al 17 de Julio, el "Café Lebab", un festival de poesía de la "Casa de las Llengües" (un legado del Forum adornado por todos aquellos mismos tópicos propios de la “progresía” del Capital). Lo que no deja de ser la justificación de su imposición en un espacio ganado por los vecinos. Desde aquí por supuesto nadie “pretende dudar” de los diversos artistas que participan, sino simplemente poner en entredicho su "trangresión". Teóricamente el artista “moderno” presume sintonizar con la sociedad y captar el conflicto, saber lo que se cuece detrás y cuando desde el Poder se le manipula. Pero a la hora de la verdad el artista mayoritariamente sigue la tradición secular de servir a quien le paga.
Y es que cuando el arte se ha convertido en mera repetición sólo cabe encontrarlo, en su sentido vital básico, lejos de los "espacios artísticos", allí donde precisamente molesta al Poder y sufre su persecución.
"La primera tarea de la teoría crítica del arte es comprender cómo el arte dado sirve de apoyo al orden dado. Debe exponer y analizar las actuales funciones del arte bajo el capitalismo /…/ La existencia de un arte que se produce con apariencia de libertad y en gran abundancia acredita el orden dado. El arte sigue siendo una joya en la corona del poder, y cuanto más rico, espléndido y exuberante es, tanto más afirma el status quo /…/ No cabe duda de que alguna de estas actividades y productos artísticos son abiertamente críticos y políticamente comprometidos. Pero si se lo considera como un todo, el sistema artístico es afirmativo, en el sentido de que convierte la totalidad de las obras y prácticas artísticas —la suma de todo lo que fluye a través de estos circuitos de producción y recepción— en “legitimación simbólica” de la sociedad de clases. Lo consigue alentando los impulsos autónomos del arte mientras simultáneamente neutraliza políticamente lo que esos impulsos producen."(Hacia una teoría crítica del arte, Gene Ray)