"La libertad de expresión sin límite no es algo que venga dado sino un aprendizaje, que el deber de obediencia ha fomentado escasamente hasta la fecha. No hay un uso bueno ni un uso malo de la libertad de expresión, sólo existe un uso insuficiente .../... Nada es sagrado. Cada cual tiene el derecho de expresar y de profesar a título personal cualquier opinión, cualquier ideología, cualquier religión.Ninguna idea es inaceptable, ni siquiera la más aberrante, ni siquiera la más aborrecible."
Esta cita de Vaneigem me sirve para expresar mi perplejidad cuando veo manifestaciones libertarias o afines, que demandan al Poder la ilegalización y prohibición de publicaciones de ideología nazi o de la negación del holocausto. Por mucho que nos repugnen hasta llegar a las manos tales ideas, recurrir a la estructura represiva del Estado, a parte de ser contradictorio es muy inocente. Esta claro que a la hora de legislar en contra se meterá en el mismo saco a todos los según ellos son radicales, a los dos extremos sin diferenciar. Incluso eso ya parece haberse empezado a cocer hace algún tiempo desde la Prensa. Otra cosa es la violencia que suelen practicar esas pandillas de la esvástica contra minorías indefensas. Ahí sí que hay que alzar la voz y denunciar, pues es precisamente en estos casos cuando reaparece la sospecha de cierta connivencia con los que todos ya sabemos. Sólo hace falta visitar ciertos foros para darse cuenta de ello.
Por otra parte no cabe confundir "libertad de expresión" con ese placebo de la "libertad de prensa" que se nos vende desde los "medios de formación de masas". Da igual que sea "El País" o "El Periódico de Catalunya", "La Vanguardia" o "ABC", "La Razón" o el "Avui", por no hablar de televisión o radio: Todos sirven para manipular, deformar y suplantar la realidad, al servicio de algún sector del Poder. O para decirlo y acabar con las palabras más sabias de Vaneigem: "Los diarios, la radio, la televisión son los vehículos más groseros de la mentira. No solamente nos alejan de los auténticos problemas —del «¿cómo vivir mejor?» que se plantea concretamente cada día—, sino que además nos empujan a identificarnos con unas imágenes prefabricadas, a situarnos de manera abstracta en el lugar de un jefe de Estado, de una vedette, de un asesino, de una víctima, en suma, a reaccionar como si fuéramos otro. Las imágenes que nos dominan es el triunfo de lo que no somos y de lo que nos expulsa de nosotros mismos; de lo que nos convierte en objetos a clasificar, etiquetar, jerarquizar, según el sistema de la mercancía generalizada.”
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